El arte de dar
Toda buena dádiva y todo don perfecto provienen de Dios, y Él quiere que lo imitemos y aprendamos el arte de dar de corazón. ¡Dios ama al dador alegre!
Cuando mis hijos eran pequeños, cada año hacían algo en la escuela para regalarme en el día de la madre. Generalmente era una manualidad tierna y creativa que incluía su fotografía o huella. ¡No era requisito que fuera algo sofisticado o perfecto!
Para que esto ocurriera, sus profesores les recordaban que se acercaba el día de la madre y les proveían de materiales y ayuda para hacer el regalo. Los niños se iban a casa con su tesoro, irradiando amor y llenos de emoción por tener algo que regalar.
Dios es generoso
Dios hace con nosotros lo mismo que hacían los profesores de mis hijos. Nos recuerda que debemos ser generosos y nos muestra a algunas personas con las que debemos serlo en especial. También nos explica la actitud con la que debemos dar y nos da todo lo necesario para que compartamos con los demás —¡todo!
¿Por qué lo hace? Y ¿por qué nos dice en 2 Corintios 9:7 que debemos dar con alegría?
Como nuestro Padre, Dios quiere que aprendamos el delicado arte de dar y que nos volvamos expertos en ello. Pero no quiere que demos sólo porque es un requisito; quiere que lo hagamos con gusto, que demos con un corazón dispuesto.
Toda buena dádiva y todo don perfecto
¿Qué pasos debemos seguir para ser buenos dadores? En primer lugar, aprender a ser buenos receptores.
Todas las cosas buenas que tenemos son regalos de Dios. Él creó todas las cosas y nos da todo: cada respiración, cada bocado, cada oportunidad, cada habilidad e incluso la oportunidad de ser salvos y recibir la vida eterna.
Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de Dios (Santiago 1:17). Reconocer que todo lo que tenemos no es gracias a nuestra fuerza o poder, nos permite tener una actitud humilde. No tenemos lo que tenemos por nuestra grandeza, ¡sino por la de Dios! Y Él nos da lo que nos da para ayudarnos a ser generosos (2 Corintios 9:11).
Ser buenos receptores implica agradecer de una manera activa. La gratitud sabe darle a las bendiciones el lugar correcto. Y como nosotros, Dios se agrada cuando alguien agradece de corazón un regalo sincero o un gesto amable.
Hable con Dios acerca de sus bendiciones y cuánto las aprecia. Agradézcale por las personas a través de las cuales lo bendice. Pídale ayuda para usar sus bendiciones de una forma que le agrade a Él. Pídale que le ayude a ser generoso.
Aprendamos a dar
Deténgase y observe a su alrededor —en su trabajo, la Iglesia, la escuela. No es difícil encontrar personas que realmente necesitan un poco de ayuda.
En 2 Corintios 9:7 Pablo escribió: “Cada uno dé como propuso en su corazón”. Aprender a dar debe ser una meta y misión en nuestra vida. ¡Debemos proponernos en nuestro corazón ser generosos!
Ser generoso no es un suceso aislado; es una forma de vida. Implica siempre pensar en los demás y en cómo podemos mejorar sus vidas. Para ser un buen dador es necesario que demos no sólo cosas físicas a la gente; compartir nuestro tiempo, ser amables, tener un oído atento, ayudar cuando sea necesario y, a veces, compartir lo que tenemos.
¿Y la alegría? Cuando seguimos los pasos correctos, compartir lo que tenemos se convierte en un fruto agradable del proceso. Ser un dador alegre implica reflejar la actitud de amor y generosidad que Dios tiene para con los demás.
Dar con sabiduría
Ahora, ¿cómo aplicar estos principios en la vida práctica? ¿Debería ir mañana a un centro de ayuda comunitaria y darles un cheque por el monto de los ahorros de mi familia? ¿O debería buscar a una persona que está pidiendo dinero en la calle para regalarle mi auto? Por supuesto que no.
La Biblia dice que primero debemos proveer para nuestra familia (1 Timoteo 5:8), luego para los miembros de la Iglesia y, luego, para los demás “según tengamos oportunidad” (Gálatas 6:10).
¿Dónde está el equilibrio?
La religión pura y sin mácula
Santiago 1:27 describe la religión pura y sin mácula como visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones. Éste es un buen lugar para empezar.
¿Cuántas viudas conoce? ¿Cuántos niños cuya familia está constituida por un solo padre? ¿Con cuántos de ellos se comunica regularmente para animarlos, dedicarles tiempo u ofrecerles ayuda? Muchas veces, una llamada telefónica puede alegrar el día o la semana de una persona. Y a veces, llamar o visitar a alguien puede darnos una idea de cómo ayudar con algo que la persona no puede hacer por sí misma.
Y ¿qué acerca de dar en su familia? ¿Les da a sus hijos suficiente tiempo, afecto y ánimo? ¿Qué hay de su cónyuge, sus padres o sus hermanos? En nuestro apresurado mundo, a veces es fácil dar a nuestra familia por sentado. Debemos reflexionar y fijar las prioridades de las necesidades de los miembros de nuestra familia, para darles con alegría la atención, el tiempo y la ayuda que necesitan.
También debemos ayudar a los pobres (Proverbios 19:17) y los débiles (Hechos 20:35). Yo a veces sé quién es realmente pobre y a veces no. A veces sé que la persona pidiendo ayuda en la calle no es pobre realmente.
Deténgase y observe a su alrededor —en su trabajo, la Iglesia, la escuela. No es difícil encontrar personas que realmente necesitan un poco de ayuda. Y no siempre tiene que ser dinero. Puede compartir su auto, los productos de su huerta, la ropa que ya no les queda a sus hijos o invitar a alguien a cenar.
Sinceramente, no es difícil encontrar alguna manera de ayudar. La parte difícil —la parte que involucra el corazón— es hacer lo que podamos con alegría y sabiduría.
Dios ama al dador alegre
Nuestros hijos ya son grandes, pero yo aún conservo algunos de los regalos que me hicieron cuando eran pequeños. Recuerdo lo felices que estaban cuando me los dieron. Como las profesoras de mis hijos, Dios nos da todo para que seamos generosos y se deleita cuando aprendemos a dar.
Dar es un camino de vida, una forma de pensar y una misión. Dios es generoso ¡y se agrada al ver que nos convertimos en dadores alegres!
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